En el corazón de la Universidad EAFIT, la Oficina de Apropiación Social del Conocimiento impulsa una revolución silenciosa que se ha ido expandiendo por el mundo: la democratización del saber científico que sustenta el desarrollo sostenible. A través de tres ejes fundamentales -investigación formativa, divulgación científica y fortalecimiento cultural-, esta dependencia, liderada por la comunicadora social Ana María González, construye puentes entre la academia y los diversos actores sociales mediante la promoción de un escenario en donde el conocimiento compartido se convierta en acción transformadora.
Cuando hablamos de divulgación científica, nos referimos a proyectos, productos o experiencias que tienen muchísimo alcance, que llegarán a muchas personas por diferentes canales o medios, pero tienen menor intensidad en términos de participación bidireccional.
Por ejemplo, en EAFIT tenemos portales con noticias e información científica que llegan a muchas partes del mundo, pero no recibimos retroalimentación de todas las personas que acceden a esta información.
Un ejemplo concreto es nuestro documental sobre el proceso científico de paleontólogos en la Tatacoa (Huila, Colombia). Sabemos que hay interacciones en redes sociales, que la gente lo ve, comenta y comparte, pero no tenemos capacidad de interactuar significativamente con estas audiencias.
También tenemos dos museografías en la Biblioteca de la Universidad: una sobre fósiles de la colección paleobotánica y otra sobre resultados de investigación. Si bien estas museografías buscan llegar a muchas personas, no hay manera de conversar con todos los que interactúan con estos contenidos.
Esto contrasta con los procesos de apropiación social, donde aunque el alcance es menor en términos de cantidad de personas, las interacciones son más intensas y pueden evolucionar hacia procesos colaborativos, codiseño, sistematización conjunta o levantamiento de información compartida. En estos procesos, la interacción entre diferentes actores sociales genera transformaciones en todas las direcciones.
En la teoría de la comunicación pública de la ciencia se han explicado diferentes modelos: los modelos deficitarios de comunicación y los modelos más democráticos. En un modelo deficitario, estás entregando información a personas asumiendo que no saben mucho del tema. En un modelo más democrático, reconoces el saber que tienen las personas sobre ciertos temas y las vinculas de otras maneras, esperando una devolución o conversación alrededor de esos tema.
Por ejemplo, nuestra revista Descubre y Crea ha evolucionado. Inicialmente era muy académica, centrada en divulgación de resultados de investigación. Luego pasó a ser una revista de periodismo científico, y hoy es una revista de popularización, con un lenguaje más cercano a las personas. Pero no solo cambió el lenguaje; también dejó de estar escrita únicamente por periodistas científicos y comenzó a incluir a estudiantes de pregrado y posgrado, investigadores y periodistas. Además, se volvió muy ilustrada, incorporando diferentes miradas desde la ilustración frente a los temas de ciencia. Cuando haces ejercicios más democráticos de divulgación tienes que pensar como estás haciendo el mensaje más participativo desde su emisión.
Lo fundamental es comprender el objetivo de cada proceso. Te puedo dar un ejemplo concreto: tengo un amigo profesor de diseño que trabaja con indígenas de Caldas que hacen tejidos con palmas. En su curso, realiza una salida de campo donde se da un intercambio de conocimientos: los estudiantes de Diseño enseñan sobre maderas y diseño de artefactos, mientras que los tejedores comparten su conocimiento sobre tejidos. De esta colaboración han surgido productos conjuntos, donde hay un primer ejercicio de diseño entre un tejedor y un estudiante, luego el estudiante regresa a Medellín, desarrolla iniciativas, vuelve al equipo de tejedores, y estos terminan los tejidos e incorporan las piezas en sus diseños. Incluso en la distribución, algunas de estas piezas se han vendido para fortalecer económicamente a los tejedores.
Lo primero es plantearse objetivos comunes: ¿por qué estás tú acá?, ¿por qué estoy yo acá?, ¿cuál es nuestro propósito y alcance? Hay que hacer un reconocimiento del contexto de ambas partes. En nuestro caso, venimos de la academia, tenemos ciertas formas de pensar y estructuras, y debemos reconocer eso en las otras personas también.
Es fundamental obtener la autorización o el permiso adecuado. No puedes llegar a trabajar con personas sin haber hecho antes visitas exploratorias, concertaciones y acuerdos previos.
Otro ejercicio muy importante es comprender los lenguajes y cómo se comunican las personas. A veces queremos entregar contenidos como cartillas o manuales, pero nos damos cuenta de que esos lenguajes no son cercanos para todos, por más ilustrados que estén o grande que sea la letra.
Por ejemplo, trabajando con niños indígenas, descubrimos que casi no hablan en plenarias y son más introvertidos, pero son excelentes dibujantes. Así que adaptamos nuestras estrategias de recolección de información para incluir muchos dibujos, tanto con niños como con adultos, y con esos dibujos sistematizamos y analizamos la información.
En otro caso, en talleres con jóvenes, descubrimos que la conversación tradicional era difícil, pero cuando un compañero músico empezó a cantar y componer con ellos, la información empezó a fluir naturalmente a través de las canciones.
También es crucial tener bien marcados los puntos estratégicos de toma de decisiones. Los procesos de cocreación suelen ser muy divergentes, con muchas ideas, pero hay que nombrar claramente quiénes son los responsables de tomar decisiones para avanzar al siguiente paso y preguntarnos cómo vamos a devolver la información a los grupos de interés.
Aunque “sostenibilidad” es una de las palabras que más utilizamos, realmente entendemos poco su significado completo. En un proceso colaborativo, tanto académico como de generación de conocimiento, la sostenibilidad debe considerarse en todos los sentidos.
Por ejemplo, ¿cómo perdura esto en el tiempo? Cuando trabajas con un grupo de interés específico, ¿cómo puede mantenerse sin necesidad de que la academia esté constantemente impulsando las cosas? Por eso la apropiación como proceso participativo es tan importante: cuando hay verdadera participación, la gente se adueña, se empodera, comprende y usa el conocimiento.
El kit incluía instrumentos musicales, materas y modelos de peces para enseñar sobre pesca sostenible, todo fabricado por las personas locales con una calidad supervisada por la Universidad. Esto aseguró que los materiales fueran apropiados para las condiciones locales (como la humedad) y que la comunidad se sintiera identificada con ellos.
La sostenibilidad también implica considerar las expectativas generadas y el cuidado de las relaciones a largo plazo. Es importante preguntarse qué otras oportunidades se generan a partir del proceso de cocreación: ¿qué redes de trabajo se construyen?, ¿qué otros actores se involucran?
La pedagogía es una gran compañera de la comunicación cuando trabajamos en procesos colaborativos. Bebemos mucho de corrientes como la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, especialmente cuando trabajamos con grupos que tienen poco acceso a la educación o que pueden tener dificultades para comprender conceptos complejos de investigación.
También nos nutrimos de la investigación acción participación de Orlando Fals Borda, y en términos de diseño, hay metodologías muy valiosas como el diseño centrado en el usuario. El British Council, por ejemplo, tiene una metodología interesante llamada “doble diamante” que nos ayuda a entender los procesos de convergencia, divergencia e iteración en el diseño.
Lo importante es reconocer que no existe una única fuente metodológica para crear procesos colaborativos exitosos. Ya sea que estemos recolectando información, analizando datos, tomando decisiones o implementando prototipos, necesitamos beber de múltiples fuentes para trabajar de manera adecuada con cada grupo poblacional.
Aprendizaje Sostenible es una plataforma creada por cuatro instituciones unidas por un propósito común: fortalecer la formación de formadores en sostenibilidad y potenciar su impacto como agentes de cambio.
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